Bettina Egger se dió cuenta de que pintamos un cuadro igual a como vivimos la vida, nos enfrentamos a las mismas encrucijadas, topamos con nuestra falta de autoestima, con nuestros patrones de supervivencia que ahora nos impiden vivir de una manera más libre y constructiva. Pintando lentamente, sin saber, abiert@s a seguir nuestro impulso orgánico vamos contactando con otra manera de estar en el mundo, más consciente, plena y creativa.

No se trata de pensar que todo va ir bien, sino de contactar con la confianza en que, pese a los retos que hay en la vida, somos capaces de afrontarlos.